La celebración del fuego

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en el pogo de él mató
hay dragones
que echan fuego
por la boca
gorilas gigantes
que trepan rascacielos
godzillas peronistas
que meriendan automóviles
y están mis amigos espaciales
-compañeros de rockuras-
bañados en sudor y fernet
listos para los enfrentamientos
cuerpo a cuerpo

contra la valla
hay mosh
patadas
tanques
misiles
codazos
saltos
gritos
pisotones
granadas
pero
-sobre todo-
hay mucho amor

ésta es la última canción
el combate final
avisa el chango
-líder de la resistencia-
con su eterna bermuda
y la remera de iron maiden
flameando como bandera

ahí nomás
en el fragor de la batalla
alzamos nuestras armas
y nos perdemos
en esa marea roja
de guitarras eléctricas
que se lleva nuestras penas
-nuestras lágrimas tetonas-
y nos retiramos victoriosos

terminamos embirrados
en un bar arlteano
de corrientes y acevedo
brindando por otra celebración
-la celebración del fuego-
y la certeza
de que los buenos
siempre ganan
como en esas pelis pochocleras
de superacción

Nicolás Igarzábal

Alerta naranja

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Hace 37 grados
de sensación térmica,
los noticieros
anuncian alerta naranja:
buenos aires es un horno encendido
en el sauna del infierno

en este enero indestructible,
de suicidas felices,
encerrado en mi cuarto,
empecé una dieta estricta:
tres discos por día,
dos películas
y medio libro

no estoy más gordo
lo admito
pero se me ensanchó la cabeza
-eso sí-
y mi gorra de la suerte
ya no me entra

como efecto secundario
no duermo hace días
y con el insomnio
firmamos un pacto
de no agresión
hasta marzo

me acuesto
con neil young
tarantino
y hunter thompson
(nunca literalmente)

durante el día
practico saltos ornamentales
en mi pelopincho olímpica
y hago topples en la terraza
de mi casa

la tele
cuenta muertos en las rutas
salideras bancarias
y goles de messi,
que son los mismos goles
del año pasado
pero esta vez
los hace de espaldas

están las playas nudistas
los cortes de luz
los boqueteros
los crucigramas
y el hit del verano

está la movida de pinamar
los desfiles en punta del este
los paradores de mar del plata
y la tranquilidad de mi cuarto
con el ventilador en 5
y música para camaleones
abierto en la página 28
esperándome en la cama

está julito cortázar
recitándome sus cuentos
a 33 revoluciones por minuto
en el winco de mi pecho
patinando la "R"
por toda la habitación,
desde el más allá
hasta el más acá
conmigo en el medio
haciendo equilibrio
tambaleando
entre ficción y fricción

tengo cuatro paredes
tres enchufes desenchufados
dos parlantes
una almohada babeada
y la sospecha
-cada vez mayor-
de que las noches de verano
son asesinos a sueldo
que tiran a mansalva
con pistolas cargadas
de pólvora, plomo y soledad

Nicolás Igarzábal

Aguafuerte carioca

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Faltan 245 días para el Rock in Rio, te dice una guitarra eléctrica gigante, en el centro de la ciudad carioca, que está siguiendo la cuenta regresiva. Río de Janeiro debe ser la ciudad menos rockera de toda Sudamérica. Uno de los pocos bares donde pasan rock está al sur de Ipanema y se llama Emporio. Ahí te está esperando una pendeja de 17 años con remera de Jack Daniel's marcándole las tetas y piercing en la nariz. El musicalizador del lugar arma el playlist como si fuese una ensalada de frutas: pasa de los Beatles a Ramones, de Michael Jackson a Elvis y The Clash, pasando de vuelta por los Beatles. Los locales amenizan con cerveza Skol, la toman como agua. Ni pega.

Tres machetazos. Tac, tac, tac. El vendedor le hace tres cortes al coco y tenés un bonito aperitivo para acompañar el día de playa, que se van a terminar carroneando las palomas. El agua de Leblón está sucia hoy. Cada tanto ves flotando alguna toallita femenina o forro. Los vendedores te ofrecen palo de queso, matte y helados. Hay unos culos que ni Cucurto podría imaginar. En la reposera de mi derecha hay un tipo leyendo a Foucault. Los brasileros usan las redes de voley para improsivar un fútbol-voley. Son más futboleros que nosotros, por más que nos duela. Y más valientes, porque hay que tener coraje para usar esas sungas ridículas.

Un danés busca dealers en Lapa, la zona más popular de bares (como mudar Plaza Serrano a Once). Unas gringas bien gringas le compran macoña a un pibe de rastas y se van a fumar a la playa frente al mar. Un linyera las sigue, se les acuesta al lado y, frotándose los huevos, les pide una mamada. Ni plata, ni faso: el tipo sólo exigía una buena chupada. De vuelta en el hostel, un argentino se agarra un pedo triste en una hamaca paraguaya y se pone a cantar tangos (Volver, Cambalache, Por una cabeza). Un francés sale de su habitacion en calzoncillos y le pide, por favor, que se calle. Hay otro convoy de argentinos que se vino con guitarras criollas y se la pasa tocando temas de Los Piojos y Bersuit a puro fogón. Las garotas huyen despavoridas cuando el chanchero del grupo saca la armónica y sopla el Himno Nacional Argentino. Son todos de Catamarca. Este viaje es apenas un vermú antes de irse a Mar del Plata, la meca de todo chamuyero.

Faltan 241 días para el Rock in Rio. Cada tanto abro los mails para comprobar que nadie me extraña y para avisarle a todas las chicas que me gustan que no se olviden de rebotarme a la vuelta. Un yanki revisa su Facebook en la computadora de al lado y me pregunta cómo se escribe "Caipiriña". Después la usurpa un brasilero que se pone a ver videos de travestis en You Tube y me dice si también hay en Buenos Aires. Acá, por las calles de Gloria, los teléfonos públicos están todos tapizados con volantes de travestis. "Quase mulher" (casi mujer), aclaran los anuncios.

En el boliche Melt, unas australianas intentan levantarse a unos argentinos, sabiendo solamente dos palabras: "Maradona" y "boludo". El problema es cuando las juntan, que terminan insultando a su máximo ídolo sin saberlo. "¡Maradona boludo, Maradona boludo!", gritan, ya con varias cervezas encima, y se ganan el odio de sus pretendientes. Corina nació en Portugal, pero vivió toda su vida en Australia y ahora está trabajando en México. Un quilombo. Habla castellano, inglés y portugués. Le encanta la expresión argentina "pecho frío", copia el gestito y todo. Un cordobés trae un fernet Branca al hostel: oro negro. El pelado jura haber visto helado de fernet en su provincia.

Faltan 236 días para el Rock in Rio. En Santa Teresa (ciudad antigua sobre un morro, donde todavía pasa el tranvía por 0,60 reales) tengo sueños rarísimos, donde todos mis entrevistados me vienen a reclamar por haberles manoseado sus dichos, por ponerles puntos y comas a mi antojo. Mato el insomnio con "El señor de los venenos" de Enrique Symns (viejo, ebrio y perdido). Me traje discos de Wilco, Stone Roses, Pavement, The Smiths y Arcade Fire. Soy indie hasta en vacaciones, la puta madre.

Con El Loco Melandri hacemos rankings imaginarios, comemos mortadela Ceratti y festejamos los goles del Flamengo en la cancha de Botafogo (el Maracaná está cerrado, sorry). La hinchada tiene un cantito con "Pasos al costado" de Turf. En Copacabana me acoplo a seis pibes del Pellegrini, en un hostel bajo tierra, repleto de israelíes y monos en la cocina, donde el aire acondicionado sólo se pone de 10 de la noche a 10 de la mañana. Son 25 reales por día, sin desayuno. Con ellos vemos El Mejor Ojete del Universo, regenteado por su propio tío, en las playas de Barra da Tijuca. "Le doy hasta que venga el Mesías", acota el más sabio del grupo.

20 grados marca el aire acondicionado. Afuera hace el doble. Y yo acá, entre ronquidos ajenos, enroscado entre las sábanas de la cama, en la habitación 9, la que está al lado de la cocina, pienso que lo mejor es anotar todo esto en un cuaderno. Que no sea un diario de viaje, un cuento, ni una poesía, sino un salpicré de imágenes y buenos momentos. No vaya a ser que un día las caipiriñas me vengan a rendir cuentas y me arranquen todos estos recuerdos de un sopetón.

Faltan 223 días para el Rock in Rio.

Nicolás Igarzábal