Bohemia Central

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Somos los bichos raros,
los locos lindos,
los autogestionados sin auto,
la generación Flickr,
los cabeza de blogspot,
los que buscamos tablaturas en Lacuerda.net

Somos los que escribimos canciones
y nunca se las mostramos a nadie,
los que todavía compramos libros
en la calle Corrientes,
los que seguimos a bandas under
que no conoce nadie
y chusmeamos los puestos de discos,
los alérgicos al gimnasio.

Somos los que preferimos La Academia
antes que cualquier Starbucks con wi-fi,
los románticos de la línea "A",
los impuntuales de siempre, los desordenados,
los que tomamos el amor sin sacarina,
y desconfiamos hasta de la lluvia,
los freelancers, los noctámbulos, los Nokia 1100.

Somos los que nos levantamos tarde
y almorzamos las sobras de la cena anterior,
los que vamos al Gaumont
a ver pelis nacionales chotísimas,
los que siempre nos toca ir al arco,
los fanas de Flopa-Manza-Minimal.

Somos los que nunca vamos a bailar,
los silloneros, los after nada,
los que planeamos revoluciones
en cada bar de la ciudad
que nunca haremos,
revoluciones que no serán televisadas,
ni siquiera colgadas en You Tube.

Somos melómanos, solitarios, ermitaños
y conocemos bien Bohemia Central,
la ciudad checa cerca de Praga,
aunque nunca en la vida
hayamos ido a Europa.

Nicolás Igarzábal

Volver al Futuro 4

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Te fuiste de repente,
así como si nada,
y no me dejaste
ni la Ñ del teclado.

Me acuerdo perfecto
de esa esquina de Gaona,
de ese abrazo frío,
auspiciado por Rolito,
de ese beso que no fue,
ese 124 que llegó demasiado rápido,
ese viaje con sabor a derrota,
con la mochila pesada,
llena de goles en contra.

Ahora entiendo,
varios meses después,
que éramos el agua y el aceite
-Villavicencio y Marolio-
en góndolas opuestas,
con el código de barras
arrancado
y la fecha de vencimiento
tachada.

Te pasaste de la raya,
hipocondríaca del amor,
y mostraste la hilacha:
al final resultaste una trucha,
más falsa que Volver al Futuro 4.

Te fuiste de repente,
así como si nada,
y no me dejaste
ni la Ñ del teclado.

Nicolás Igarzábal

3 de carne, 2 de jamón y queso, 1 de humita

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Vivo en el Triángulo de las Bermudas porteño,
entre Flores, Paternal y Villa del Parque.
Mi barrio es como cualquier otro:
hay cerámicos en las veredas que se llaman baldosas,
en las panaderías se compran medialunas de manteca
y los porteros te baldean los pies a la mañana.

De chico remontaba barriletes
en un terreno baldío de Nazca y Neuquén.
Hoy está la Plaza de los Periodistas:
entre el arenero y las hamacas,
encontré tirada mi vocación.

En Gaona y Terrada resiste el Hospital Israelita,
que fundó hace un siglo mi bisabuelo, el Gran Zabotinsky.
En la esquina hay una estatua que lo recuerda
y que baja la mirada cuando paso,
por no haber seguido sus pasos
-ni su credo-

A la vuelta está El Sol de Galicia, famosa churrería
que te recomiendan los taxistas
que laburan de noche.
Abre todos los días, religiosamente, a las 3 AM
-la hora del bajón-

Cuando llueve, Juan B. Justo se convierte en Venecia
y el Metrobus es una góndola de lujo
con forma de fuelle de bandoneón.
En mi barrio no hace falta visa para entrar,
ni tener el pasaporte al día. Nada.

Hay una pizzería a la que llamo todos los domingos
para hacerle siempre el mismo pedido, anotá:
3 de carne, 2 de jamón y queso, 1 de humita.
Hay otra más grande en diagonal pero esa no vende fainá
-pecado mortal-

Al ferretero podés pedirle unos tacos fisher,
al zapatero unas plantillas para talle 38
y en el chino te dan caramelos como vuelto.
Martín vive a tres cuadras de mi casa,
y cuando paso por Helguera todavía me parece escuchar
los ladridos de "Lobo" detrás de la reja negra.

Mi barrio nunca sale en las noticias,
no tiene vecinos ilustres, boliches de onda
ni siquiera pibes que fumen paco
-cero rating-

Existen 12 líneas de colectivo a la redonda:
el 53 llega a Constitución,
el 133 pasa por Plaza Flores,
el 106 termina en Retiro
y el 124 te deja en la casa de Romi.
El 181 es, quizás, el peor bondi de Buenos Aires.

Sobre Nazca hay un gimnasio con vidrio a la calle
para que puedas ver a los musculosos que hacen cinta,
aplaudirlos, clap clap y tirarles maní.
Tenemos nuestra propia Salada en la calle Avellaneda
-liquidación total-

En mi barrio se sigue comiendo pastafrola,
y los videoclubs compiten con Cuevana:
ya vencieron a Blockbuster.
No quedan billares, canchas de paddle,
locales de videojuegos, ni teléfonos públicos.
Algunos cibers te ensucian el paisaje.

Hay una librería que vende unas viejas Teleclicks,
revistas Gente con un especial de hot jeans
y toda la moda de Pinamar '99 con Dolores Trull.
Al lado, la vidriera de un local de computación
te muestra un Sega MegaDrive a 100 pesos
-con el Sonic 3D-

Acá no llega el subte, no tenemos equipo de fútbol
ni bares cool, ni restaurantes de sushi.
Es una zona jubilada, barrio Pami.
Si tuviera un balneario -no tengo dudas-
esto sería San Clemente.

Sólo falta la banana inflable.

Nicolás Igarzábal

Las venas abiertas de Américo Gallego

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I)
En el séptimo día,
el Señor se sacó las sandalias
destapó una Quilmes Bock
y se recostó en el sillón
a ver Independiente-Racing.
Todo lo que siguió después
-incluídos nosotros,
Bochini, el Palomo Usuriaga
el Coco Basile, el avioncito de Rambert
y los comentarios de Perfumo-
no es más que su resaca,
la resaca de Dios.

II)
Darwin investigó
durante años y años
hasta llegar a la conclusión:
el hombre desciende del mono Burgos.
Sobrevivimos varios siglos
trepando a los arcos,
atajando bananas,
y cuidándonos de no ser devorados
por una manada de Chilaverts hambrientos.

III)
Yo te hablaba del amor verdadero
como Romeo y Julieta,
El Quijote y Dulcinea
Clark Kent y Luisa Lane,
Pagani y Riquelme,
la Suller y el plantel de San Lorenzo.
Pero vos eras inmutable
-sangre de estatua-
más fría que una heladera Whirlpool
enterrada en el medio de la Antártida
en pleno mes de julio.

IV)
¡Histórico!
gritaban las tapas de los diarios
con Carrizo desconsolado,
manchando todas las páginas
con sus lágrimas,
después de ese domingo negro
en que El Monumental ardió
como la Roma de Nerón.
Sí, River se fue a la "B".
El Beto Alonso se enfureció,
Ramón Diaz tuvo un panic attack
y hasta dicen que Américo Gallego
intentó cortarse las venas
con una Gillette,
pero no pudo -no tuvo coraje-
de tan gallina que es.