Prosegur

|
Mis ideas más locas y peligrosas
están encerradas en El Borda,
bajo estricto tratamiento.
Pienso que los ventrílocuos
son pedófilos en potencia,
que Temaikén
es el cabaret de los zoofílicos
y que Dárgelos es virgen.

Mis convicciones son de porcelana fría,
vienen embaladas en cajas
con la cinta de "frágil".
Para mí las cosas
son blanco o negro:
el gris sólo existe
en la paleta del Paint.

Mi furia tiene llave de seguridad,
para que no salten los fusibles.
Odio los chicles debajo de los asientos,
la coca light, las plazas con rejas,
todos los novios
de todas las chicas que me gustan,
el pibe que escribe
las sinopsis de las películas
atrás de las cajitas,
y odio -especialmente- a Julián Weich.

Mis nervios están pegados
con cinta scotch,
y pueden derrumbarse
como un castillo de naipes
con tal sólo un soplido.
Nunca peleo de verdad:
soy sparring de alma.

Mi autoestima se ve borrosa,
tengo que ajustarle el tracking
porque vine ciclotímico de fábrica
y mi ego hay que armarlo día a día
como un puzzle de 500 piezas.
No busco fama, ni dinero:
no quiero ser tu poeta favorito,
tu wallpaper, tu página de inicio.

Mi ansiedad es un perro pekinés,
babeando y oliendo culos de otros perros
detrás de un plato de Eukanuba.
Me paso la vida con la espuma en la boca
esperando el bondi, las vacaciones, el aguinaldo
el fin de semana, el delivery de la pizza,
la cuenta del bar, la cola del banco
los shows, los llamados, el entretiempo,
los comments de cada post,
el turno del dentista,
las 12 en Noche Buena.

Mi memoria es una pared de salpicré,
los recuerdos de mi infancia
están guardados en un camión Prosegur,
custodiado por tres agentes de seguridad
armados hasta los dientes.
Ahí viajan los abrazos de mis abuelas,
los recreos jugando con la Macu,
los cumpleaños en Winter,
las tardes de Supercampeones por Telefé,
y esos viajes en subte en la ventanilla de adelante.

Mis confusiones están en una oficina de objetos perdidos
con amores descatalogados, decisiones incorrectas,
comentarios desubicados, torpezas, descuidos
y una avalancha de pifies y desafinaciones
que siguen programados en repeat.
Tengo tantos muertos en el placard
que no me cierra la puerta.
Hay días en que me gustaría renacer
para poner todos mis errores en fila
y dispararles uno por uno, como patitos.

Nicolás Igarzábal

1 caracoles:

Juicy dijo...

Imagino este poema vomitado casi sin pausas, y me parece tan bueno como un texto de Sarah Kane. Posta.

Publicar un comentario